Rafael Gómez Ortega, el clasicismo y la personalidad de un genio (Parte II)

1914 fue el año en el que Rafael Gómez Ortega sumó más actuaciones con un total de 71. Como anécdota, el 14 de junio se anunció en Algeciras con su hermano Joselito. Recibió una escalofriante cornada de un astado de Moreno Santamaría en el pecho que le rozó el esternón. El pitón fue a parar a una medalla que llevaba. Un obsequio de la Reina Victoria que guardaba con cariño y que acabó doblada.

El 20 de abril de 1915 triunfa en la Maestranza cortándole dos orejas a un toro del hierro de Salas, que brindó a la actriz María Guerrero. Rafael asombró a todos porque en plena faena pidió una silla, que sacó al ruedo para torear sentado.

En 1918 decide retirarse. Su hermano José, feliz con esta noticia, le organiza su despedida de Sevilla en la Monumental. Su retirada apenas dura unos meses. En abril de 1919 reaparece en Ceuta. Una decisión que Joselito no apoyó y le creó con él un distanciamiento, tanto familiar como profesional, ya que no volvieron a actuar juntos nunca más.

Abatido por la muerte de su hermano, la temporada 1920 fue irregular y su nivel artístico bajó aún más el año siguiente. En este contexto de decadencia, marcha a América en 1922 hasta 1925, participando en carteles modestos.

En 1927 celebra sus 25 años de alternativa en Sevilla con ganado de Moreno Santamaría, compartiendo cartel con Chicuelo y Gitanillo de Triana. Entre los asistentes a esta celebración se encontraba su padrino de doctorado, Emilio Torres “Bombita”, al que no dudó en brindarle un toro con el que fue premiado con una oreja.

La temporada siguiente se redujeron el número de contrataciones y viajó a Argentina para torear en países como México, Perú o Ecuador. Allí permanece hasta 1934 cuando Eduardo Pagés vuelve a hacerle un contrato en exclusiva. Según contaba El Gallo, en esos momentos vivía en la pobreza y sin recursos para volver a España. Pagés fue su salvador ya que le pagó el billete y 5.000 duros. Su vuelta a Sevilla fue grandiosa. El 1 de abril logró un importante triunfo, pero una de su tardes más brillantes llegó el 19 del mismo mes. Le cortó un rabo a un toro de Gamero Cívico que brindó previamente a Juan Belmonte. Aquel año la tragedia se regresó a su familia. Su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, casado con su hermana Lola, moría por la cogida que sufrió en la plaza de Manzanares (Ciudad Real).

El año siguiente toreó un total de seis corridas. Con el principio de la Guerra Civil en el horizonte, toreó unas pocas a comienzos de temporada. Durante el inicio del conflicto se encontraba en Madrid, donde permaneció hasta el final del mismo. No obstante, el 4 de octubre de 1936 actúa en Barcelona. Esta corrida supone su retirada. Hay datos que apuntan a que Rafael en 1937 abrió una taberna bajo el nombre de “Hércules” en la Carrera de San Jerónimo de Madrid. Eran tiempos aciagos y su negocio no prosperó.

En la década posterior, estuvo presente en numerosos festivales debido a las dificultades económicas que atravesó toda su vida. En este sentido, destaca la figura de un fiel amigo: Juan Belmonte. Juntos pasaban tardes de tertulias y puros en “Los Corrales”. Fue su administrador económico. Le proporcionaba una pequeña paga para que sobreviviera sin derrochar. Incluso organizó un festival en la Maestranza en 1952 para conmemorar sus 50 años de alternativa. El propósito era recaudar fondos para él. Aún así, cuando muere el 25 de mayo de 1960 lo hace con los bolsillos vacíos.

Rafael poseía un gran sentido de la inventiva. En herencia nos ha dejado la serpetina, los cambios de mano por la espalda y, lo que ahora se llama estatuarios, pero en sus inicios se conocía como el pase del celeste imperio.

Fuentes:

• El Gallo ha vuelto.  F. Trigueros Engelmo, Editorial Alas, Barcelona, 1934
• El mundo de Rafael Gómez Ortega “El Gallo”. José Vicente Sinisterra Gago, Ediciones Azar, 2017
• Cossío. Inventario bibliográfico. Nº 14. José María de Cossío. Espasa Calpe, 2007.
• El libro de oro de la Maestranza de ABC.