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Talavante y su prodigiosa zurda con un buen toro de Juan Pedro Domecq acarician la Puerta Grande

La espada dejó el premio en sólo una oreja

madrid talavante

La cinqueña y pesada corrida de Juan Pedro Domecq despertó los malos augurios. Lo que nadie se esperaba es que «Rebeco», ese toro tan mencionado a la largo del día por rozar los 700 kilos, fuera el protagonista del festejo. La tarde transcurría entre el sopor y unos excelsos lances de Pablo Aguado, cuanto Talavante sacó a pasear su personalidad e ingenio. Sólo cortó una oreja por la colocación de la espada, pero de haber matado bien con toda probabilidad le hubieran pedido la segunda.

El quinto, «Rebeco» de nombre, fue un torazo que pesó en la romana 672 kilos. Talavante inició toreando con mucha suavidad al natural en el tercio. Continuó por el mismo lado en redondo mientras el «Juan Pedro» iba embebido en las telas. Con la mano derecha, lo condujo por bajo en redondo. El extremeño se sintió más cómodo por el pitón izquierdo, llevándolo con mucho ajuste y profundidad. También hubo lugar para la inspiración con molinetes armónicos. Abrochó genuflexo para cerrarlo con mucha torería, que terminó de enloquecer a los tendidos. La espada cayó baja y el premio se redujo a una oreja.

Alejandro Talavante saludó con delantales ganándole terreno a «Trinador», que metió bien en la cara en todos los lances. Quitó con bonitas verónicas Pablo Aguado. Se fue hasta lo medios el torero extremeño y se puso a torear de rodillas. Tomó la zurda para probarlo, ya que por el derecho derrotaba arriba al final de muletazo. El de Juan Pedro Domecq perdió fuelle y se fue volviendo más informal. No estuvo acertado con la espada.

Pablo Aguado recibió «Tamborilero» con un ramillete de verónicas a cámara lenta y una media de cartel. Con la misma despaciosidad fueron las chicuelinas con las que quitó después de que Morante interviniera por el palo tradicional. Lo sacó hacía los medios con unas trincherillas con mucho sabor. El toro salía desentendido de cada uno de los muletazos, por lo que ligar le fue imposible al sevillano, que estuvo muy asentado y seguro. El de Juan Pedro acabó totalmente rajado.

Aguado le formó un lío a «Pasajero» en un saludo en los medios por verónicas cadenciosas. Recibió tres puyazos este sexto, pese a que estaba justo de fuerzas, por imperio de la presidencia. Llegó al último tercio defendiéndose y acusando la falta de poder sin darle opciones al sevillano para el triunfo.

«Valedor», el primer cinqueño de la tarde, salió suelto sin fijarse en el capote de Morante de la Puebla. Sí lo hizo en el de Curro Javier, que lo lidió con magisterio. Apenas fue picado en el tercio de varas. El sevillano comenzó con trincherillas y un pase de la firma antes de que el toro embistiera con brusquedad. El sevillano intentó enjaretar una primera tanda, pero no lo vio claro y optó por el macheteo por bajo antes de irse a por la espada.

La historia tampoco mejoró mucho con el cuarto. «Ollero» pasó con la cara alta en el percal de Morante y tampoco se empleó en el peto. El de La Puebla del Río se mostró más confiado planteándole bien las telas, pero el animal echaba la cara arriba al final del muletazo desluciéndolo. Sólo pudo cincelar algún detalle de buen trazo sin poder estructurar faena.

Ficha del festejo
Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Decimoséptima de abono. Cartel de «No hay billetes». Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados y descastados en líneas generales. 1º, con genio; 2º, sin clase ni raza, 3º, falto de raza y rajado; 4º, noble, pero descastado; 5º, con humillación y bravura; 6º, justo de fuerzas.
Morante de la Puebla (de tabaco y oro), bronca y silencio.
Alejandro Talavante (de blanco y oro), silencio y oreja.
Pablo Aguado (de verde botella y oro), silencio tras aviso y silencio.
Incidencias: Joao Ferreira saludó tras banderillear al primero.