Despedida con honores de El Juli en otra tarde de triunfo de Luque en Sevilla
Julián López «El Juli» se despedía en una de las plazas más importantes en su carrera.
Llegó la fecha señalada en el calendario. Julián López «El Juli» se despedía en una de las plazas más importantes en su carrera. La misma que lo vio conseguir hasta en siete ocasiones la Puerta del Príncipe. Algo que no es baladí y está al alcance de unos pocos. Aquella en la que una tarde de abril soñó el toreo de manos de «Orgullito». Y Sevilla estuvo con él hasta el último instante. Emocionándose con él y el torero entregándose a ella. Todo esto con permiso de Daniel Luque, que volvió a dar un golpe en la mesa cortando dos orejas
Tras una atronadora ovación con la que el público recibió a El Juli, saltó al ruedo «Venturoso», el toro de mayor volumen de la corrida. En las verónicas que le instrumentó ya manseó, siempre con la cara a media altura y quedándose corto por el pitón izquierdo. Con esas cualidades poco aragüeñas, se le midió mucho en el peto. Inició genuflexo para sacarlo hacia fuera de la querencia. El madrileño lo intentó por ambos pitones, sin poder ligar ni dos muletazos. Con el toro muy rajado y deslucido, optó por abreviar.
Para sorpresa de todos, como si se jugara esa tarde la temporada próxima, se fue a recibir a portagayola a «Saleroso», el último toro de su carrera. En el mismo centro del ruedo, le dibujo verónicas con encaje mientras la música apareció en escena. Quitó por chicuelinas tras un tercio de varas en el que se cuidó al de Domingo Hernández para intentar que durara más en el último tercio. Desde que tomó la muleta, Tristán alzó la batuta y la Banda de Tejera interpretó «Suspiros de España». Esa melodía que tantas veces le ha acompañado en tardes de grandes éxitos en esta plaza. No tenía El Juli un último cartucho nada fácil. Su mando se impuso una vez más. La colocación y los toques fueron fundamentales en una faena en la que brotaron los muletazos de uno en uno con suavidad y dándole tiempo, sin afligirlo. Al natural llegaron los momentos más álgidos. Cinceló una serie que gozó de largura y templanza. Siempre con relajo e inteligencia. Firmó la faena con una serie por el pitón derecho, por bajo, de frente y exigiéndole. Se volcó tras la espada y paseó una oreja. Su última vuelta al ruedo entre clamores de «¡Juli, vuelve!».
Luque, que reaparecía, no quiso perderse la despedida de Juli, pero tampoco dejarse ganar la partida. Plasmó un ramillete de verónicas en la que hubo dos de gran brillantez. «Tiritero» fue un manso exigente que apretó en banderillas. El de Gerena inició por bajo con rotundidad rematado con un excelso pase de pecho. Tiró de él hacia adelante, dejándole siempre la muleta en el hocico y tapándole la querencia. Estuvo muy de verdad, tragando en muchas ocasiones. Al natural le apretó por bajo con cadencia y largura tomando su labor altos tonos. Tras la estocada paseó dos orejas.
Con la Puerta del Príncipe entreabierta, salió «Fondero», otro manso con genio, que fue muy protestado, pero que era evidente que bajo el dominio de Luque podría cortar la oreja. Y así fue en parte. El sevillano lo llevó muy metido desde el inicio con suavidad y por bajo con la diestra. Al natural le costaba más por lo que se puso más en corto. La estocada baja fue el hándicap para que el palco no se la concediera.
Castella volvía después de la Puerta de Príncipe ganada el día anterior para cubrir la sustitución de Morante. Recibió de hinojos a «Amador» para ligar ya de pie a cámara lenta aprovechando el viaje por dentro. El duelo de quites fue para paladear. Luque, lo firmó por chicuelinas, mientras que Castella lo hizo con verónicas muy suaves. El del hierro de Domingo Hernández había embestido con humillación en los primeros tercios. El francés inmóvil comenzó con pases cambiados por la espalda junto a las rayas de picar. Prosiguió con la diestra con dos tandas en la que hubo ligazón y hondura. Por el izquierdo, el astado tomó mejor las telas, pero Castella se sintió más con cómodo por el contrario. El animal se sintió podido a mitad de faena y se fue a tablas. Allí se puso gazapón a la hora de entrar a matar, pero el diestro metió la espada de forma habilidosa.
Enrabietado, Castella tomo el percal y se fue también a recibir a portagayola al quinto para continuar con verónicas. El recibo no terminó de calar en los tendidos, al igual que tampoco el trasteo de muleta debido a la nula transmisión del Garcigrande y por el poco celo que poseía. El francés puso empeño para agradar, pero su labor no tomó vuelo.
Ficha del festejo:
Plaza de la Real Maestranza de Sevilla. Vigésimo cuarta de abono. Cartel de «No hay billetes». Toros de Garcigrande (1°, 3° y 5°) y Domingo Hernández (2°, 4° y 6°), bien presentados, aunque mansearon en líneas generales.
Julián López «El Juli» (de sangre de toro y oro), silencio y oreja con petición de la segunda.
Sebastián Castella, que sustituía a Morante de la Puebla (de azul y oro), ovación y silencio.
Daniel Luque (de verde y oro), dos orejas y ovación tras petición.
Incidencias: Tras finalizar el paseíllo, el público recibido con una gran ovación a El Juli. Saludaron José Chacón en la lidia del segundo y Rafael Viotti en banderillas; e Iván García y Juan Contreras en el tercero.