Rafael Gómez Ortega, el clasicismo y la personalidad de un genio (Parte I)
Primera parte de un reportaje dedicado la controvertida vida del Divino Calvo
Rafael Gómez Ortega fue uno de los integrantes de la Edad de Oro del toreo, pero su figura vivió eclipsada, como las de tantos otros, por la estela de su hermano Joselito y su buen amigo Belmonte. No obstante, fue un torero elegante, representante del clasicismo de la escuela sevillana. En cambio, vivió una vida azarosa, apasionada y cargada de anécdotas acordes a su singular personalidad.
Se da la circunstancia de que el sevillano nació en la capital de España el 16 de julio de 1882. A los pocos años, se trasladó junto con su familia a vivir a una pequeña finquita de Gelves. Rafael creció en un ambiente taurino y bebiendo de la esencia lagartijista que poseía su padre Fernando.
A muy temprana edad, su progenitor observó las cualidades de su hijo para llegar lejos en este mundo. Por ello, decidió construir una placita de toros en “La Huerta” para que aprendiese el oficio. A los 9 años comenzó a torear becerradas. Los taurinos de la época decían que era un niño que gozaba de una gran intuición frente a los toros.
En 1895, con 13 años, banderilleó en Alcalá del Río (Sevilla) un toro de Antonio Reverte, maravillando a los asistentes. Aquella fecha quedó grabada como el día en el que se conformó la denominada “cuadrilla de niños sevillanos”, formada por el propio Rafael Gómez «Gallito» y Manuel García “Revertito”, sobrino del gran Reverte. Se presentaron en la plaza de toros de Valencia auxiliando tanto a su padre Fernando Gómez como a Antonio Reverte y a Emilio Torres “Bombita”.
El 2 de agosto de 1897, mientras se encontraba en Valladolid donde actuaba, llegó un telegrama con malas noticias. Su padre, Fernando, había fallecido. En aquel lecho de muerte le susurró a su esposa la señá Gabriela que no se preocupara que “no se pasaría penurias mientras Rafael pueda tener un capote entre las manos”. Una predicción poco acertada, pues pasaron momentos económicos difíciles.
Cuando “Revertito” decidió dejar de la cuadrilla, entraron tres jóvenes en ella que con los años marcarían una época: Machaquito, Lagartijo y Manolete. Esta relación profesional sólo dura una temporada, ya que estos tres formaron la “cuadrilla de cordobeses” a la que le uniría una gran rivalidad con la de Rafael, a la que se había sumado Manuel Molina “Algabeñito”. Cossío aseguraba al respecto que “pronto empezó una enconada competencia entre las dos cuadrillas, hostigados por las pasiones de los aficionados sevillanos y cordobeses. Fueron campos de pelea las plazas de Córdoba y Sevilla, y la de Madrid. Los unos y los otros consiguieron triunfos y ovaciones, aun en el campo contrario”.
En 1899 en Córdoba recibe una grave cogida Algabeñito, por lo que Gallito, es el encargado de estoquear cinco toros. Aquel día marcó un antes y después en la carrera del sevillano. Fue tal el triunfo que cosechó que hasta el propio Guerrita lo acompañó en su vehículo hasta donde se hospedaba debido a la algarabía que había formado entre los asistentes. Del mismo modo, también fue el epicentro del fin de la cuadrilla.
El nuevo siglo se presentó prometedor para un novillero con mucha proyección. Aún así, a su trayectoria siempre le rodeó la controversia. El 14 de julio de 1901 acabó detenido y multado con 250 pesetas por el suceso del que fue protagonista en La Maestranza. La suerte no acompañó a Rafael aquella tarde y formó un auténtico escándalo con su segundo oponente. Después de escuchar los tres avisos y no matar el animal, salieron los cabestros y una vez iba el novillo arropado camino de chiqueros, el sevillano lo mató por detrás. Esto, lejos de ser un bache en su carrera, lo terminó de catapultar puesto que esa misma noche varios empresarios lo contrataron para sus ferias.
Un año más tarde, en la Feria de San Miguel, tomó alternativa en Sevilla de la mano de Emilio Torres “Bombita” con toros de Otaolaurrichi. Tras finalizar la temporada, viajó hasta México con un contrato firmado por 29 corridas con el empresario Ramón López. El 7 de diciembre tuvo una aciaga presentación en el coso de México. Sufrió una herida en la boca y en las fosas nasales que lo mantuvo dos meses en el dique seco.
Esperó a 1904 para confirmar en Madrid. Lo hizo en un cartel compuesto por Lagartijo Chico y Rafael Molina con ganado de Duque Veragua. Su regularidad decae al igual que su prestigio en la temporada de 1907. Actuó solo en seis festejos de los que tres fueron en Madrid y lo hizo con brillantez. El año posterior remontó y conquistó también México. Allí cogió una afección vesical que lo mermó de facultades en los posteriores meses. Las temporadas siguientes se mantuvo en lo más alto.
El 11 de febrero de 1911 contrajo matrimonio con la bailaora Pastora Imperio. Fue una relación con muchas trabas, por lo que celebraron la ceremonia a Madrid. Su unión tan solo duró dos meses. Hubo muchas especulaciones al respecto de su amor, pero nunca se pronunciaron sobre los motivos de su ruptura.
1912 fue una gran temporada para Rafael por diferentes motivos y, además, es el año en el que comienza a anunciarse definitivamente como El Gallo. El 2 de mayo cortó su primera oreja en Madrid al toro “Peluquero” de Bañuelos. Diez días después, repitió con una pésima tarde, haciendo gala de sus famosas “espantás”. La bronca fue espectacular, incluso algunos aficionados muy enfadados se tiraron al ruedo en señal de protesta. En días como estos se hizo famosa su célebre frase de “las broncas se las lleva el viento, pero las cornadas se las queda uno”.
El 15 de mayo vuelve a hacer el paseíllo con un clima poco favorable para él. El diestro sevillano fue capaz de darle la vuelta a la tarde logrando uno de sus mayores éxitos freten al toro “Jerezano” de Aleas. Cossío describe aquella faena afirmando que “después de torearle magistralmente con el capote, y de banderillearle con mucha gracia y finura, le hizo una faena sobresaliente, artística, quieto, con dominio absoluto y con un gesto artístico irreprochable, que hizo levantar de sus asientos a todos los espectadores. Citó a recibir, dando con absoluta perfección de la suerte un pinchazo en todo lo alto: y tras la nueva, breve y preciosa labor, entrando y salido admirablemente, una estocada a volapié hasta las cintas de la empuñadura, en la misma cruz, saliendo rodado y sin puntilla Jerezano, que así se llamó el toro que permitió al Gallo escribir tan honrosa página de su historia”.
Como colofón, el 28 de septiembre le da la alternativa a su hermano Joselito en la Real Maestranza de Sevilla con Antonio Pazos como testigo, ante astados de Moreno Santamaría.
Fuentes:
- El Gallo ha vuelto. F. Trigueros Engelmo, Editorial Alas, Barcelona, 1934
- El mundo de Rafael Gómez Ortega “El Gallo”. José Vicente Sinisterra Gago, Ediciones Azar, 2017
- Cossío. Inventario bibliográfico. Nº 14. José María de Cossío. Espasa Calpe, 2007.
- El libro de oro de la Maestranza de ABC.