Ignacio Sánchez Mejías, un torero irrepetible

Matador de toros, periodista, dramaturgo, jugador de polo, aviador, Presidente del Real Betis o de la Cruz Roja son algunas de las profesiones o actividades que llevó a cabo a lo largo de su vida

La figura de Ignacio Sánchez Mejías es aún desconocida para muchos aficionados. Matador de toros, periodista, dramaturgo, jugador de polo, aviador, Presidente del Real Betis o de la Cruz Roja son algunas de las profesiones o actividades que llevó a cabo a lo largo de su vida. Un hombre carismático, polifacético y de una gran inteligencia lo han convertido en un personaje único en la historia taurina.

Ignacio nació el 6 de junio de 1891 dentro del seno de una familia sevillana de clase media. Desde muy temprana edad se sintió atraído por el arte de Cúchares. Esta pasión se vio reforzada porque era vecino de una de las dinastías taurinas más importantes: los Gallos. Eso posibilitó que se fraguara una intensa amistad entre Ignacio y Joselito. La Alameda de Hércules fue testigo de sus correrías y sus juegos con el toro.

Su padre era un reputado médico cirujano que quería que su hijo siguiera sus pasos. Pero él no era el mejor de los estudiantes y además tenía un corazón torero. De hecho, aún sin haber acabado el bachillerato, engañó a su progenitor diciéndole que se había matriculado en la carrera de Medicina. No se llegó a sacar el bachiller hasta 1929, a la edad de 38 años, en el Instituto de Educación Secundaria de la “La Rábida” (Huelva). Cuando su familia se enteró de la mentira les causó una gran decepción. En medio de ese ambiente de crispación en casa, Ignacio inició una aventura inesperada. A escondidas de sus padres, en 1908, con 17 años, se embarcó hacia México como polizón junto con Enrique Ortega “El Cuco”. Los avatares del destino hicieron que por una confusión a la hora de montarse en el navío acabaran en Nueva York y sin papeles.

Instalado ya en tierras aztecas, debutó como banderillero en la plaza de Jicaltepec en Veracruz, el 6 de agosto de 1909. Dos años después, regresó a nuestro país junto con el diestro cordobés Fermín Muñoz “Corchaíto” para actuar a sus órdenes. Será ya en 1914 cuando vuelva para quedarse a España como un cotizado banderillero y novillero. Esa temporada ingresa en la cuadrilla de su buen amigo Joselito. La relación entre ambos se estrecharía aún más el año siguiente, cuando Ignacio se casó con su hermana, Dolores Gómez Ortega.

Su doctorado llegó también de la mano de Joselito junto con Juan Belmonte. La Monumental de Barcelona fue testigo de este acontecimiento un 16 de marzo de 1919, día en el que había una huelga general en el país. Rezan las crónicas de la época que a Buñolero de la ganadería de Hijos de Vicente Martínez, astado de la alternativa, le realizó una faena completa, por la que fue premiado con una oreja. Otra obtuvo del sexto de la tarde y fue alzado en hombros.

El 5 de abril de 1920 confirma la alternativa en Madrid durante la Corrida de la Beneficencia. El cartel lo completaban Joselito, Belmonte y Varelito. Con Presumido de Vicente Martínez estuvo decidido y valiente, pero fue la espada la que le privó pasear trofeo. Su otro oponente no le dio opciones en una tarde en la que brilló el Gallo. La prensa taurina de la época somete a Sánchez Mejías a un serio cuestionamiento, ya que tuvo la ocurrencia de escribir las crónicas de las corridas en las que actuaba.

Ignacio era un torero valiente incluso temerario. Gregorio Corrochano decía de él que “tiene muchos defectos, pero los disimula con el valor” y Cossío destacaba de él su “personalidad acusadísima”.

La fatalidad hizo que actuase con Joselito la tarde en la que perdió la vida en Talavera la Real. La desdicha se cebó, más si cabe, ya que fue el propio Ignacio el que dio muerte a Bailaor. No hay estampa más reconocida en el orbe taurino que la que está Ignacio sosteniéndose la cabeza con una mano y acariciando el pelo del cuerpo yacente de Joselito. Esta fecha marcó su vida y su profesión. Perdió un amigo y un referente. La tristeza se le clavó en la mirada y lo acompañó el resto de sus días.

Aunque continúa toreando, comienza a adentrarse en la esfera intelectual. Será en 1924 cuando decida poner punto y aparte en su carrera. Ese mismo año, para conmemorar el 300 aniversario de la muerte de Góngora, tiene la iniciativa de hacerle un homenaje en el Ateneo de Sevilla. Allí se reunieron Federico García Lorca, José Bergamín, Rafael Alberti, Gerardo Diego o Dámaso Alonso. Aquel fue el germen de la Generación del 27. Su cortijo de Pino Montano, que se había convertido en su refugio, fue testigo de multitud de visitas de escritores, pintores, escultores o periodistas, de creaciones literarias y artísticas y de tertulias únicas. Además, Ignacio fue mecenas de numerosas obras de esta Generación.

El nombre de Sánchez Mejías empieza a hacerse un exitoso hueco en la producción teatral: Sinrazón se estrenó en el Teatro Calderón de Madrid el 24 de marzo de 1928 con una gran acogida; Zaya, una comedia que vio la luz en el Teatro Pereda de Santander el 8 de agosto de 1928;Ni más ni menos y Soledad que no fueron ni publicadas ni representadas en vida.

En el verano de 1929 viaja a Nueva York para dar un conferencia sobre temática taurina en la Universidad de Columbia. Lorca fue quien le abrió esta puerta. Ignacio enamoró a los presentes ante una disertación sobre la crueldad de la Fiesta. Con un público atónito ante semejante coloquio, seguro que logró que muchos de ellos sintieran admiración por la Tauromaquia.

En 1934 toma la decisión de reaparecer ávido de sentir la emoción de ponerse delante del toro. Lo hace el 16 de julio junto con Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma” y Pepe Gallardo con astados de Domecq. El 11 de agosto, cuando su temporada iba rodada, coge la sustitución de Domingo Ortega en Manzanares (Ciudad Real). Aquella mañana, Ignacio deambula por la ciudad. Se hospedará en la habitación número 13 del Parador, que tenía reservada Ortega. Dicen que también estuvo revisando los equipos médicos, ¿premonición? Esa tarde, la de su último paseíllo, se acarteló con el rejoneador Simâo de Veiga, Armillita y Alfredo Corrochano con reses de Ayala. Granadino se cebó con él. Le infirió una cornada en el muslo derecho cuando iba a iniciar la faena sentado en el estribo. A pesar de las indicaciones médicas, Ignacio pide ser trasladado a Madrid. Allí se le gangrena la pierna y fallece el día 13. Su muerte inspiró poemas como el famoso Llanto a Ignacio Sánchez Mejías de Lorca. Murió el torero, pero nació el mito.

Publicado en la revista «El Temple» en 2019