Pepe Luis Vázquez, el garbo y la clase sevillana, cebra 80 años de alternativa
Corría el año 1921. La temporada había finalizado con Manuel Granero como líder del escalafón. Sería la última antes de la tragedia de Madrid. El invierno caía sobre una Sevilla que continuaba con el corazón roto por la muerte de Joselito. En las vísperas de la navidad, nacía en un hogar humilde y torero del barrio de San Bernardo, Pepe Luis Vázquez.
Por su sangre corría la tradición taurina. Su abuelo Francisco Vázquez “Vázquez Chico” fue banderillero y su padre José Vázquez Roldán quiso ser torero. Pero la saga de los Vázquez se perpetuaría en la historia con Pepe Luis y su hermano Manolo.
El matadero sevillano, lugar de trabajo de su padre, fue el epicentro de su vocación. Este enclave resultó primordial y necesario para los toreros de aquella época. En una entrevista de 2002 para el periódico ABC, Pepe Luis aseguró al respecto que “era una especie de escuela taurina, pero sin ser permitida. Toreábamos a escondidas a las reses que iban a parar allí”. Y así comenzó todo.
No tardó mucho en manifestar su valía en público. Su meritoria demostración en la finca “El Quintillo” le otorgó la posibilidad de matar dos becerros en una encerrona en la Maestranza frente a la intimidad de unos buenos aficionados como espectadores. El sevillano los cautivó.
Era el comienzo de la Guerra Civil. Escaseaban los festejos en esas fechas. El 18 de julio de 1937, Pepe Luis Vázquez se viste de luces por primera vez en Algeciras. Lo hace alternando con Antonio Bienvenida y becerros de Gallardo. Un mes después, se acarteló en Sevilla con Paquito Casado pero la suerte no lo acompañó en su debut en su plaza. El 29 de mayo del siguiente año volvió a hacer el paseíllo en la Maestranza junto con Titi y Mariano Méndez. Fue el día que lo cambió todo. Cossío dice de aquella tarde que “Pepe Luis realiza una extraordinaria labor; labor de torero cuajado que aviva viejos entusiasmos y enciende la llama de la discusión en la calle”. Juan María Vázquez en su crónica de ABC lo describe como “clase, salero, arrojo, sangre fría, armonizaron en cuanto hizo, torero y garboso, ese rubillo adolescente que se llama José Luis Vázquez, y viene de la collación de Cúchares”.
Una semana después, el 5 de junio, repite debutando con picadores en un cartel de relumbrón ya que lo acompañaron Manolete y Calderón con novillos de Gallardo. Vuelve a escribir Juan María Vázquez para ABC sobre él que “todo lo que hizo fue de torero, y en todo presidió el ademán castizo. Nada rebuscado, de quien es artista antes por el merecimiento que por la enseñanza”. Pepe Luis ratificó aquellas impresiones en todas las plazas en las que pone un pie. Desde Córdoba, Huelva, pasando por Salamanca hasta Zaragoza y sin olvidar el rabo y la pata que cortó el 3 de julio en el coso del Baratillo a un animal de Benítez Cubero.
La temporadas de 1939, que concluyó con 57 novilladas, fue la de su presentación en Madrid. Este hecho se produjo el 13 de julio con novillos de Domingo Ortega junto con Mariano García y Félix Almagro. Un día trágico pues Capirote le infringió una cornada a este último espada que le causó la muerte. Las pinceladas de color de las crónicas de aquel día se las llevó Pepe Luis. “Giraldillo” en ABC lo calificó como “as de la baraja de novilleros y esperanza de la fiesta” y prosigue afirmando que “a Pepe Luis Vázquez hay que medirlo de cejas arriba; es torero de cabeza, entre José y Chicuelo”.
El 15 de agosto de 1940, festividad de la Virgen de los Reyes, Pepe Luis Vázquez se doctoró en la Maestranza con un traje celeste y oro. Tuvo como padrino a Pepe Bienvenida y como testigo a Rafael Ortega “Gitanillo de Triana”. Sabiondo, número 99, negro, del hierro de Francisco Chica fue su compañero en este capítulo de su historia. El flamante diestro sevillano rodó a gran altura, pero la espada le traicionó el día en el que cumplía su sueño. Juan María Vázquez en su crónica del festejo para ABC manifestó que “erigido en la primera categoría, es Pepe Luis Vázquez, del barrio nuestro de San Bernardo, el torero íntegro desde la montera a las zapatillas, que columbramos en la becerrada inolvidable del 29 de mayo de 1937”.
El 20 de octubre se produjo la confirmación en Madrid envuelta en peculiaridades. La situación política de aquel momento llevó a torear a Pepe Luis junto con Marcial Lalanda y Rafael Ortega “Gallito” una corrida celebrada con motivo de la visita de Heinrich Himmler, oficial de la Alemania Nazi. Carmoneño, número 21, negro de Bernardo Escudero fue el toro que le tocó en suerte al diestro sevillano. Pero la lluvia otoñal comenzó a arreciar sobre la capital española y tras la muerte del tercer astado tuvo que suspenderse.
Pepe Luis forma un trío de ases junto con Antonio Bienvenida y Manuel Rodríguez “Manolete”. Tres toreros con cualidades distintas que entusiasmaban a un país que debía afrontar las penurias de la posguerra y el comienzo de una dictadura. En las dos temporadas siguientes, el diestro sevillano encabezó el escalafón con 68 y 83 festejos respectivamente. En el epílogo de esta última, obtuvo un importante triunfo en Madrid el día de la retirada de Marcial Lalanda. Las crónicas reflejaron la memorable tarde señalando a ambos como protagonistas. Pero el destino les aguardaba el inicio de una nueva etapa en la que el madrileño se convertiría en el apoderado de Pepe Luis Vázquez.
En 1943, con cerca de 40 corridas, recibió una cornada en la cara en la plaza de Santander que lo mantuvo en el dique seco hasta 1944. En los años venideros redujo el número de festejos en el que participó. Muchos pensaron que tuvo algo que ver que en la temporada del 44 sufriera una lesión ósea de la que tardó en recuperarse. En una de sus últimas entrevistas concedidas a Luis Nieto para Diario de Sevillaen 2011, aclaró que fue un acuerdo al que llegó con Lalanda de “que había que torear menos corridas y a mayor dinero”.
El nivel de Pepe Luis se mantuvo intacto año tras año, tanto en la campaña española como al otro lado del charco. Al final de la década de los 40 firmó en oro una de la hojas más importantes de su trayectoria. Llegó a Aranjuez un día de San Fernando junto con Conchita Citrón, Pepín Martín Vázquez y José María Martorell para estoquear toros de Carlos Núñez. Se trababa de un cartel con tintes polémicas y a la vez de expectación. Ninguno de ellos se había anunciado en San Isidro. El “concierto de Aranjuez” tuvo como instrumento a Manchonero. “Giraldillo” para ABC lo narró así: “fue el maestro insuperable, fundador, creador y recreador de una escuela, en la que la gente ve nada más que lo externo, la gracia que entra por los ojos profanos, sin llegar al fondo inmenso que este torero tiene, cabeza privilegiada, figura de época, en torno a la cual ha girado todo un modo de torear, que no diré que ha creado escuela porque lo que Pepe Luís hace es personal, con él nació y con él concluirá cuando felizmente para él se retire del toreo”.
En 1950 planeó el rumor de una posible retirada, acentuado después de que únicamente torease nueve festejos y dos de ellos fueron en Venezuela. Pero 1951 se convirtió en una de sus más gloriosas temporadas. Su paso por Madrid transcurrió triunfal y su faena a Misionero de Castilleja Higares quedaría para el recuerdo. Más tarde llegó Valladolid y se transformó en el escenario de la mejor faena de su trayectoria a ojos del propio Pepe Luis. En la entrevista antes de referida para ABC de 2002, contó que, con el toro de Marqués de Villagodio al que toreó muy despacio ese 17 de septiembre, sintió “una cosa muy especial. Estaba como en el limbo. Mejor dicho: no sabía dónde estaba”. Y como colofón, el 6 de octubre le dio la alternativa a su hermano Manolo en Sevilla. Un nuevo Vázquez llegaba y otro se iba, pues en los dos siguientes años solo toreó un festejo cada uno diciendo adiós el 29 de marzo de 1953 en Toledo.
En 1959 tomó la decisión de volver a los ruedos un 1 de mayo en Barcelona junto con Manolo Vázquez y Antonio Ordóñez. Pepe Luis estuvo a punto de cortar una oreja pero le faltó rematar con la espada. G. de Córdoba, que firmó la crónica de la revista El Ruedo, escribió que “el maestro toreó con esa gracia, ese duende y ese arte que Dios le ha dado, lo mismo con el capote que con la muleta; pero la espada en última instancia aminoró el éxito”. Sumó 19 festejos poniendo el broche a su carrera el 20 de septiembre en Madrid.
El mundo del toro se quedaba huérfano con la despedida de un toreo extraordinario que poseía una inteligencia suprema por la que se ganó el sobrenombre del “Sócrates de San Bernardo”, una técnica depurada y una prodigiosa naturalidad y estética. Era el máximo exponente de la escuela sevillana, aunque a él no creía en este concepto. Y un gran conocedor de la ganadería de Miura de las que lidió un total de 586 corridas y fue el matador que más toros de este hierro estoqueó en la Maestranza.
Posteriormente, se sucedieron numerosos reconocimientos por su trayectoria y su aportación a la Tauromaquia. En 1998 le concedieron la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes porque como rezaba en su justificación “ha sido un torero excepcional, y en su línea sevillana de garbo, gracia e inteligencia, acaso el más sobresaliente que ha conocido la afición española de los toros en cualquier tiempo”. El 11 de mayo de 2002 la Comunidad de Madrid colocó un azulejo en Las Ventas en su nombre con la inscripción de “la armonía, la belleza y la gloria en la historia de la tauromaquia”. Y en 2005 el más significativo. Con su popular “cartucho de pescao” se erigió su monumento frente a la Puerta del Príncipe y, desde 2006 está a la vera de la de su hermano Manolo. El legado de Pepe Luis sigue presente de la mano de su hijo Pepe Luis Vázquez y de su sobrino nieto Manolo.
El 19 de mayo de 2013 se apagó su llama pero la luz que desprendió sobre la Tauromaquia continúa viva.