Juan Ortega desafía a Cronos en Valencia

El sevillano forma un lío con el capote en el segundo de la tarde

A las cinco y media de la tarde Juan Ortega paró los relojes con un ramillete de verónicas, las dos primeras genuflexo, de una belleza excelsa, de esas difíciles de olvidar. El sevillano acarició el toreo con sus muñecas en cada uno de la media docena de lances. El «Juan Pedro», aunque tuvo raza y fijeza, no fue fácil. Toreó con suavidad cuando pudo, siempre perdiéndole unos pasitos porque se quedaba muy encima. Esa falta de ligazón y de limpieza y, que fue desarrollando genio, hicieron que la faena no tomara vuelo. Dos horas después finalizó el festejo, pero las verónicas de Juan Ortega aún perduran en el tiempo.

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